Eran las cuatro de la madrugada en el Perú, pero aquella mañana del 29 de septiembre de 1988, los peruanos quienes con alarma asegurada despertaban para ver a través de sus pantallas desde la lejanía de Seúl al equipo conformado por Man Bo Park, pues sabían que ese día se marcaria la historia del vóley peruano con doce jovencitas que se jugaban el oro olímpico ante la Unión soviética.

En el campo, seis “matadoras” como la catalogaron por la hazaña que lograban en cada partido y otras seis en la espera de su momento. En el otro extremo su entrenador Man bok Park, un pequeño coreano que llevaba trabajando diez años en el Perú, y que con su español entendible las dirigía como un DT de la vieja escuela lo haría, y con un hermetismo que lo único que resaltaba, partido tras partido eran sus victorias.

Cuando el sol se asomaba, el Perú ya iba dos sets ganados por encima al equipo experimentado de la Unión Soviética, con los resultados de 15 – 10 y 15 – 12 y no fue hasta un tercer set -que pudo ser el definitivo- estuvimos 13 – 7. Se creía haber alcanzado la gloria en Seúl, pero la confianza nos llevó a jugar dos sets más donde Las Soviéticas le arrebato a Perú- ante un fascinante partido - el oro de las manos.

Contra el pesimismo en general, aquel día se celebro la plata obtenida por ese puñado de peruanas que viajaron con dos cambios de buzo a enfrentar a grandes equipos. Una pequeña Natalia Málaga, Cecilia Tait “La zurda de Oro”, Lucha Fuentes y Gina Torrealva subían al podio, el Perú olvidaba por un momento las teñidas de sangre y cambio las bombas y apagones por una luz de ilusión. Salían desde sus ventanas con ollas en mano a festejar la plata olímpica.