ÁNGELA LEYVA, por Andrea Cuba

Publicado: 2023-11-20

Es sábado por la tarde y como de costumbre, Angelita, de 11 años, se alista para jugar básquet con su hermana, su prima y el resto de sus amigas. "Primero almorzadas y después cambiadas", les dice su tía. Toma ella las llaves de la casa, vociferan su despedida (y su hora de retorno) y con un portazo salen fugaces de la casa. Quién diría que años más tarde Angelita sería la capitana más joven de la selección peruana de un deporte que a los once todavía no practicaba.

Es sábado por la tarde y el sol se ha ocultado tras un cielo triste y gris. No obstante, esto es lo opuesto al carácter de las “chibolitas", a quienes ya en la cancha se les nota eufóricas, vivaces, nada igual a su pacienciosa forma de ser en casa. Riendo como niñas encestan una a una canastas con un balón naranja que apenas rebota. Angelita tiene algo especial, un brillo especial, se le nota muy segura de sí misma. Tanto que los chicos se sentaban en las gradas alrededor de la canchita para ver el encuentro entre todas ellas, pero eso no era todo… pues aquella tarde de la que ahora hablamos, había alguien más ahí: un señor de unos 40 años vestido en buzo deportivo y con un crucifijo colgado en el cuello, era un cazador de talentos. Observaba detenidamente cada jugada en esa cancha de básquet y no despegaba los ojos de un par de “chibolitas". De pronto, se pone de pie, aplaude e interrumpe el juego. Este personaje tendría una propuesta demasiado interesante que cambiaría para siempre la vida de la joven Angelita, quien no llegaba al metro ochenta todavía para aquel entonces.

¿Este es Jepsus? pregunta Angelita a su hermana. Sí, sí. Aquí es; le responde ella. El cazatalentos que se presentó aquel sábado por la tarde a las chicas les pidió, con mucho respeto, que acudieran a un club de Chorrillos, un centro de entrenamiento, pero uno de voley… Lo cierto es que los nervios en el ambiente se sienten. Si antes las chibolitas eran 7 u 8, ahora son más de 30… Ah, y todas se veían bastante bien enfocadas para ser, algunas, apenas niñas en formación. Angelita, su hermana y su prima estaban juntas nuevamente, de edades diferentes, pero con una misma intención: aprender a volar y matar con un balón suave y de 280 gramos, de la mano del profesor David Rodas, un gran mentor.

“Eso es lo más importante. Seguir ganando, ganando, ganando”; se dice Angela Leyva, de 19 años, a sí misma, mientras disputa un partido decisivo para la selección peruana de vóley. Perú perdía 2 sets a 1 ante Argentina y solo un milagro podía salvar al equipo de aquel embrollo… El mismo milagro que pasó a convertir a una niña basquetbolista en una de las máximas representantes del voley nacional.

Por si no conoces la historia, aquella mágica noche, Angelita marcó 35 puntos que remontaron el marcador. Una brillante participación individual que la hizo emocionarse entre lágrimas, y haciendo aún más épica la victoria de la bicolor frente a la albiceleste por la Copa Panamericana sub 23 del 2016.


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